NUEVA LEY, NUEVOS SERVICIOS
Estimados compañeros de Seguridad Privada.
Hace pocas fechas, y después de
no poca polémica por parte de unos y de otros (véase diferentes escritos al
respecto), la ley de Seguridad Privada fue aprobada y publicada como mandan los
cánones de este Real Estado, a mayor gloria de los que la han elaborado y, no
tanto de aquellos que nos va a tocar cumplirla.
En lo que más nos importa a
nosotros, que es lo tocante a las actividades que podemos o no realizar los
vigilantes, las modificaciones o diferencias con respecto a la anterior son
realmente escasas, ya que poco o nada se dice que no lo estuviésemos
realizando, por lo que en la mayoría de los casos sólo está reafirmando labores
que ya desarrollamos desde hace bastante tiempo.
Lo que sí deja claro desde el
mismísimo preámbulo, es la labor inequívoca que vamos a tener que realizar como
colaboradores, como complemento, como subalternos de los Cuerpos Y Fuerzas de
Seguridad del Reino de España, dándole un bombo y una importancia a este
aspecto el legislador como si fuésemos a tener que dar novedades a las
comisarías más próximas al lugar donde prestemos el servicio, o en su defecto,
al cuartel de la Guardia Civil de la localidad en cuestión.
Sin embargo, la realidad es la
que es: vamos a seguir siendo vigilantes de seguridad, trabajadores del grupo
6, no cualificados y, sujetos a los caprichos de todo el que contrate nuestros
servicios y los de quienes lo autoricen; a la sazón, la Unidad Central de Seguridad
Privada, nuestros verdaderos supervisores. Ellos que a través de sus
representantes sindicales nos han puesto de vuelta y media durante el debate
mediático previo a la aprobación de la consabida Ley; ellos que desde que la
Seguridad Privada se fue haciendo grande y mayor, han puesto constantes
objeciones a nuestra labor; ellos que ni quieren ni piensan cumplir con esa
premisa de colaboración con nosotros. Pues esos son los que interpretan los
artículos de la flamante ley y han dado las pautas a seguir para que se realice
un servicio de seguridad en las calles de Madrid; un servicio para que unos
pijos pongan sus puestos de cachivaches y no les roben, o sí, pero con la
presencia en lugares estratégicos de vigilantes de seguridad.
Son apenas tres segundos de
filmación, pero deja muy claro en qué condiciones se ha prestado este servicio
por parte de los compañeros que han tenido que cubrirlo. Sólo ha faltado que
algunos niños, o los mismos padres, les tirasen cacahuetes; porque tener a 9
vigilantes metidos entre unas vallas al más puro estilo zoológico a lo largo de
cuatro calles, como si fuesen parte del decorado de tan pomposa feria, me
parece que es el colmo de la denigración. Porque mucho me temo que esto es sólo
el principio; ya que si esto ha sido ahora, qué puede ocurrírseles en los próximos
meses a los caprichosos clientes.
Pero para que este humillante
servicio se cubriese, ha tenido también que autorizarlo una empresa, un
departamento de operativa, un jefe de seguridad que, todos podemos ver cuánto
valoran la profesionalidad de sus trabajadores y, qué es lo que a la empresa y
a todos sus jefecillos de pacotilla les importa: la asquerosa pasta. Si los de
Seguridad Privada hubiesen exigido para su ejecución que nos pusiesen plumas,
los inspectores habrían suministrado trajes de Caponata y Piolín a los
vigilantes y, seguro que alguien lo habría aceptado realizar para nuestra
desgracia.
La humillación es cosa de varios: de quien la idea, de quien la
autoriza, de quien la ejecuta y de quien deja que se la metan hasta el nudo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario