lunes, 6 de octubre de 2014

EL DESINTERÉS GENERAL POR LA FORMACIÓN Y ESPECIALIZACIÓN DE LOS VIGILANTES DE SEGURIDAD


EL DESINTERÉS GENERAL POR LA FORMACIÓN Y ESPECIALIZACIÓN DE LOS VIGILANTES DE SEGURIDAD

 

Cada vez me parece más que a los trabajadores de la Seguridad Privada se nos trata como si fuésemos un producto, como si fuésemos “la marca blanca” de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.

Esta afirmación cabe deducirla a vueltas de la consulta realizada por SLS sobre los cursos de especialización para determinados servicios y, las respuestas que les ha dado la Secretaría General Técnica. Y si no, leed estas conclusiones basadas en la realidad más que conocida por todos.

Es posible que el fracaso estrepitoso del Reciclaje obligatorio de 20 horas anuales, les esté haciendo reconducirlo a través de estos cursos que, en principio son para esos 14 tipos de servicios que ya consideraban más exigentes a la hora de realizarlos. En cualquier caso, todo apunta a que será en el Reglamento de la nueva Ley donde se desarrollen estas cuestiones y muchas más que en su actual redacción deja demasiados vacíos por rellenar.

Como vamos a ver, el tema de la Formación en el Sector de Seguridad Privada ha sido y sigue siendo algo que se trata como prioritario en las normas y legislaciones, pero que después se ejecuta como si fuese de tercer orden.

Lo que está meridianamente claro, es que en este tema hay muchos puntos de vista y diferentes intereses.

En primer lugar, una Ley reguladora y controladora que quiere el máximo rigor y profesionalidad en los trabajadores que complementamos la Seguridad del Estado de en un país que, poco a poco va dándonos más responsabilidades en lugares que tradicionalmente ocupaban Policía y Guardia Civil.

En segundo lugar, una Patronal del Sector que funciona en varias divisiones, donde incluso los de Primera tienen grandes diferencias entre ellos de presupuestos, infraestructuras y, por supuesto, de intereses comerciales y laborales; sobre todo éstos repercuten en el desarrollo de la formación de sus trabajadores, no sólo de los vigilantes, sino también de los mandos intermedios y de las personas que toman decisiones que a la larga afectan al ejecutor de los diferentes servicios.

En un tercer lugar, unos clientes que en demasiadas ocasiones contratan servicios de seguridad sin tener en cuenta la Ley, el Reglamento, las condiciones laborales, el Convenio Colectivo y, la preparación que ese servicio requiere y que por supuesto exigen pero no pagan, porque creen que el trabajador ya lleva incorporado en su salario todo lo que se le va a exigir que sepa.

En cuarto lugar, los centros de formación que fueron creados como complemento enriquecedor de empresas, sindicatos y, todo el que vio el filón que podía ser aprovechar los fondos que llegaban de Europa para la formación continua, los del gobierno central y los de las comunidades autónomas (ver noticias sobre los escándalos de la Formación), sin que realmente les importe un pimiento si los cursos son útiles o no, si valen lo que cuestan o no,  o si nos merece la pena hacerlos a nosotros…o no.

Y en quinto lugar, los propios trabajadores del Sector, en especial pero no exclusivamente, los vigilantes, que por un lado tenemos la obligación de formarnos inicial y anualmente, a parte de los cursos específicos que cada uno considere mejor para desarrollar su currículum; y por otro, el ver que esa preparación no tiene repercusión directa en nuestras nóminas, dándonos prácticamente igual tener actualizados cursos y formación que no haberlos realizado, ya que el salario es igual para todos, salvo algunas excepciones. Esto provoca que dentro del Sector de Seguridad se extienda la despreocupación y el desinterés por formarse y profesionalizarse.

Como veis, el panorama es diverso y con un sinfín de intereses contrapuestos de unos y otros. Pero quiero destacar unos datos que considero vitales: que para las empresas la formación sigue siendo un gasto y no una inversión. Esto a su vez, viene derivado de que los clientes en su mayoría no contratan calidad, sino uniformes autorizados por el Ministerio del Interior.

Y mientras, el propio Ministerio regula el tema de manera ambigua para satisfacer principalmente los intereses de los propios clientes y empresarios, pero en ningún caso estas medidas adoptadas tienen una incidencia real y directa en potenciar la profesionalidad de los vigilantes con su formación, ya que obvia lo más importante para que esto se materialice: que sea remunerada en sus nóminas. Si esta fuese la intención real, el principal cliente de la Seguridad Privada, el Estado, velaría por corregir las constantes subastas a la baja que se realizan en la contratación de los Servicios de Seguridad a sabiendas de las consecuencias salariales que esto conlleva, con la consiguiente desprofesionalización paulatina de los trabajadores del Sector de Seguridad Privada.

En resumen, que a nosotros los vigilantes, se nos exige un nivel de preparación constante de obligado cumplimiento, mientras que los clientes y empresarios negocian nuestra explotación con bajos costes para que unos y otros satisfagan sus intereses a costa nuestra. Una parte más del gran cinismo del Capital que campea a sus anchas por este país sin que nadie le ponga coto, de momento.

 

 

 

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