EL DESINTERÉS
GENERAL POR LA FORMACIÓN Y ESPECIALIZACIÓN DE LOS VIGILANTES DE SEGURIDAD
Cada vez me parece más que a los trabajadores de la Seguridad
Privada se nos trata como si fuésemos un producto, como si fuésemos “la marca
blanca” de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.
Esta afirmación cabe deducirla a vueltas de la consulta
realizada por SLS sobre los cursos de especialización para determinados
servicios y, las respuestas que les ha dado la Secretaría General Técnica. Y si
no, leed estas conclusiones basadas en la realidad más que conocida por todos.
Es posible que el fracaso estrepitoso del Reciclaje
obligatorio de 20 horas anuales, les esté haciendo reconducirlo a través de
estos cursos que, en principio son para esos 14 tipos de servicios que ya
consideraban más exigentes a la hora de realizarlos. En cualquier caso, todo
apunta a que será en el Reglamento de la nueva Ley donde se desarrollen estas
cuestiones y muchas más que en su actual redacción deja demasiados vacíos por
rellenar.
Como vamos a ver, el tema de la Formación en el Sector de
Seguridad Privada ha sido y sigue siendo algo que se trata como prioritario en
las normas y legislaciones, pero que después se ejecuta como si fuese de tercer
orden.
Lo que está meridianamente claro, es que en este tema hay
muchos puntos de vista y diferentes intereses.
En primer lugar, una Ley reguladora y controladora que quiere
el máximo rigor y profesionalidad en los trabajadores que complementamos la
Seguridad del Estado de en un país que, poco a poco va dándonos más
responsabilidades en lugares que tradicionalmente ocupaban Policía y Guardia
Civil.
En segundo lugar, una Patronal del Sector que funciona en
varias divisiones, donde incluso los de Primera tienen grandes diferencias entre
ellos de presupuestos, infraestructuras y, por supuesto, de intereses comerciales
y laborales; sobre todo éstos repercuten en el desarrollo de la formación de
sus trabajadores, no sólo de los vigilantes, sino también de los mandos
intermedios y de las personas que toman decisiones que a la larga afectan al
ejecutor de los diferentes servicios.
En un tercer lugar, unos clientes que en demasiadas ocasiones
contratan servicios de seguridad sin tener en cuenta la Ley, el Reglamento, las
condiciones laborales, el Convenio Colectivo y, la preparación que ese servicio
requiere y que por supuesto exigen pero no pagan, porque creen que el
trabajador ya lleva incorporado en su salario todo lo que se le va a exigir que
sepa.
En cuarto lugar, los centros de formación que fueron creados
como complemento enriquecedor de empresas, sindicatos y, todo el que vio el
filón que podía ser aprovechar los fondos que llegaban de Europa para la
formación continua, los del gobierno central y los de las comunidades autónomas
(ver noticias sobre los escándalos de la Formación), sin que realmente les
importe un pimiento si los cursos son útiles o no, si valen lo que cuestan o
no, o si nos merece la pena hacerlos a
nosotros…o no.
Y en quinto lugar, los propios trabajadores del Sector, en especial
pero no exclusivamente, los vigilantes, que por un lado tenemos la obligación
de formarnos inicial y anualmente, a parte de los cursos específicos que cada
uno considere mejor para desarrollar su currículum; y por otro, el ver que esa
preparación no tiene repercusión directa en nuestras nóminas, dándonos
prácticamente igual tener actualizados cursos y formación que no haberlos
realizado, ya que el salario es igual para todos, salvo algunas excepciones.
Esto provoca que dentro del Sector de Seguridad se extienda la despreocupación
y el desinterés por formarse y profesionalizarse.
Como veis, el panorama es diverso y con un sinfín de intereses
contrapuestos de unos y otros. Pero quiero destacar unos datos que considero
vitales: que para las empresas la formación sigue siendo un gasto y no una
inversión. Esto a su vez, viene derivado de que los clientes en su mayoría no
contratan calidad, sino uniformes autorizados por el Ministerio del Interior.
Y mientras, el propio Ministerio regula el tema de manera
ambigua para satisfacer principalmente los intereses de los propios clientes y
empresarios, pero en ningún caso estas medidas adoptadas tienen una incidencia
real y directa en potenciar la profesionalidad de los vigilantes con su
formación, ya que obvia lo más importante para que esto se materialice: que sea
remunerada en sus nóminas. Si esta fuese la intención real, el principal
cliente de la Seguridad Privada, el Estado, velaría por corregir las constantes
subastas a la baja que se realizan en la contratación de los Servicios de
Seguridad a sabiendas de las consecuencias salariales que esto conlleva, con la
consiguiente desprofesionalización paulatina de los trabajadores del Sector de
Seguridad Privada.
En resumen, que a nosotros los vigilantes, se nos exige un
nivel de preparación constante de obligado cumplimiento, mientras que los
clientes y empresarios negocian nuestra explotación con bajos costes para que
unos y otros satisfagan sus intereses a costa nuestra. Una parte más del gran
cinismo del Capital que campea a sus anchas por este país sin que nadie le
ponga coto, de momento.
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