viernes, 3 de octubre de 2014

LO MÁS FÁCIL: ATACAR AL MÁS DÉBIL


LA SEGURIDAD PRIVADA EN LOS CENTROS PENITENCIARIOS
EL RECHAZO DE LOS FUNCIONARIOS, LA GUARDIA CIVIL Y LOS SINDICATOS CLASISTAS

LO MÁS FÁCIL: ATACAR AL MÁS DÉBIL

Una vez más, los movimientos que se producen de manera inevitable en las estructuras decimonónicas del Estado (aunque bien podrían ser antediluvianas) por el simple empuje que tiene el poder del Capital triunfante y hegemónico en este mundo actual, está produciendo que aquellos que son defensores de derechos fundamentales entre otros, les esté saliendo bilis por la boca al revolverse llenos de ira y rencor contra unos trabajadores como lo son ellos mismos.

¿Qué queremos decir en este párrafo un tanto rebuscado?

Simple y llanamente, que los funcionarios que desempeñan las labores como Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, a través de sus representantes sindicales o, laborales en el caso de la Guardia Civil, están poniendo el grito en el cielo por la incorporación de vigilantes de seguridad al dispositivo de control perimetral en las cárceles españolas.

¿Y cuál es su argumento?

La descalificación de quienes no han dejado de ser desde hace más de treinta años unos subalternos, unos gregarios, unos subordinados suyos por Ley.

Unos trabajadores que, cada vez que a estos funcionarios les dicen que se tienen que dedicar a dar seguridad en las calles en lugar de hacerlo en recintos cerrados y controlados por ellos mismos, ponen el grito en el cielo ya que van a tener que dejar de hacer algo rutinario y sustancialmente menos penoso dejándolo en manos de los inexpertos, torpes y algo ineptos vigilantes.

Esos mismos que, hace ya demasiado se pusieron a vigilar entidades bancarias que eran atracadas a diestro y siniestro sustituyendo a los famosos “grises”, que en lugar de dar seguridad a la ciudadanía pagana de impuestos, se dedicaban a vigilar las sucursales bancarias más apetitosas para los ladrones.

Estos mismos que de un día para otro empezaron a desarrollar su ineptitud por las estaciones de tren, de autobuses y del metro, desmantelando las actividades que desarrollaban en ellas: carteristas, descuideros, tironeros y otros muchos especímenes de la fauna delincuente que imperaba en estos lugares de encuentro social y aglomeración.

Estos mismos que, de la noche a la mañana se plantaron en los filtros de control de acceso a los vuelos en los aeropuertos con esa torpeza que les caracteriza, y que como todo el mundo sabe tantos altercados en los aviones han provocado por la permanente falta de celo y profesionalidad que desprenden.

De todos estos sitios, de embajadas, ministerios y otros lugares oficiales han sido sustituidos poco a poco los efectivos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado por vigilantes, para que ellos se dedicasen a realizar sus funciones en aquellos lugares más públicos y en los que las leyes no nos dejan hacerlo a nosotros.

Porque es ahí: en las calles, en los pueblos, en las carreteras, en donde los vigilantes de seguridad no podemos actuar y donde son ellos, esos que ahora se quejan al tener que dejar esos lugares “más cómodos”, los que tiene que realizar las labores para las que opositaron y juraron o prometieron realizar su trabajo con total dedicación y profesionalidad. Ellos sí la tienen y no lo vamos a discutir y mucho menos poner en duda; pero que nosotros sepamos, en todos y cada unos de los lugares donde se sustituyó a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad por vigilantes no se incrementó la delincuencia, no aumentaron los desastres, ni hubo que retornar urgentemente a la policía, los municipales, o a la guardia civil por el caos que se estuviese produciendo.

Es importante saber, que estas modificaciones las hace un Gobierno, y los trabajadores simplemente nos limitamos a ganarnos la vida con nuestro trabajo yendo a donde nos mandan y cumpliendo nuestras obligaciones lo mejor que sabemos.

Es bastante indigno atacar a la profesionalidad de un colectivo porque los mandatos que se reciben nos resultan incómodos, y si me apuran, injustos; pero si quieren protestar a alguien, deberían hacerlo a los que legislan, a los que mandan y no a unos trabajadores como ellos.

También es especialmente indigno el rechazo que algunos sindicatos de “clase” como CC.OO. y UGT,  que, sin ningún reparo, con el tema de la implantación de la seguridad privada en las cárceles, se han dedicado a desprestigiar a un colectivo en el que ellos tienen bastantes afiliados. Claro que a estas organizaciones ya estamos viendo que se han venido dedicando a cosas muy distintas que a la de defender, a pesar de sus dificultades y su contradicciones, a sus representados en el sector de seguridad privada.

                                                                                              

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